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lunes, 4 de abril de 2016

EDUCAR Y EL SECRETO DE LAS COSAS SIMPLES


En esto de educar a nuestros hijos e hijas recibimos mil consejos y orientaciones basadas en teorías complicadas que a menudo se contradicen. Sin embargo, hoy voy a ir a lo sencillo, voy a hablar del corazón, de lo que sentimos los padres y las madres cuando pensamos en nuestros pequeños. Definitivamente creo que eso que no se puede explicar con palabras se llama amor del de verdad, del que no tiene condiciones ni cortapisas. A veces ese amor se diluye en preocupaciones, en miedos que apagan nuestra voz interior. El resultado es confusión y la consecuente búsqueda de respuestas en expertos que a veces nos confunden más.




Hoy propongo que desterremos las guerras internas y en silencio escuchemos lo que resuena en nuestros corazones. Si lo hacemos sabremos que  nuestros hijos e hijas  han venido al mundo a hacer grandes cosas y que nosotros, sus padres, sólo somos sus guías.

El convencimiento de que nuestros niños son especiales, que tienen en su interior mucho que enseñar al mundo y a nosotros también ¿por qué no?. Esa certeza de saber que han nacido para ser grandes personas será reconocido por ellos y actuaran en consecuencia. Lo harán dándonos la razón convirtiéndose, el día de mañana, en la mejor versión de si mismos.

Por ello, como padres y madres, uno de nuestros principales aprendizajes es que debemos de apostar por lo más sencillo: educar con amor, paciencia y sobre todo con fe en la grandeza de esas personitas que están a nuestro cuidado y que queremos tanto.

Habrá quien diga que una confianza desmedida en sus posibilidades les hará niños consentidos y mimados. Eso puede ser así en el caso del halago fácil y de la negación de los errores que puedan tener nuestros hijos. No hablo de eso, me refiero a tener la certeza y así transmitírselo a ellos de que son buenos, responsables, conscientes, valientes, cariñosos y mil cosas más pero que a veces pueden tener ACTITUDES erróneas porque ante todo son humanos y la vida es aprendizaje. Hay que corregir esas actitudes teniendo cuidado de etiquetarlos. ¿Cómo? Por ejemplo si se da el caso de que el niño no quiera prestar sus cosas un buen modo de corregir su acción sería decirle:Si tú eres generoso (nosotros conocemos su esencia) ¿por qué no quieres prestar tus cosas…?  ¿qué consigues no prestando a los demás? En lugar de espetarles un   ¡¡¡qué egoísta eres!!!  De este modo invitamos a la reflexión sobre un mal comportamiento y a su corrección pero no identificamos una mala actitud con la identidad de nuestro hijo.

En eso consiste ser un guía. En conocer el secreto de los pequeños matices, de las pequeñas grandes cosas que hacen que la vida merezca ser vivida.  Si logramos transmitir esto a nuestros hijos e hijas ellos, sin duda, nos responderán de la mejor manera posible: creciendo felices por ser quienes son.